Liderados por Oroza, hijo de Ongor, los renegados eran un grupo principalmente formado por hombres que vagaba por el Este en busca de conocimiento sobre las energías paralelas. Habían abandonado las creencias clásicas de su Era y ahora eran perseguidos por la mayoría de reinos del norte.
El rey Elentar y los sabios fueron los primeros en crear planes para cazar y juzgar a los rebeldes, pero los Urastatis eran organizados y los hombres del rey jamás pudieron encontrar su guarida. Por eso, uno de los sabios de Hiria, Hopeafin el Alto, se infiltró en la organización. Convenció a Oroza de que él pensaba como ellos, y para demostrarlo y ganarse su confianza les confió gran cantidad de libros antiguos que hablaban sobre las energías paralelas. Oroza, que aun no confiaba completamente en Hopeafin, escondió los libros en Din Torni, y su padre se mudó allí y comenzó a estudiarlos.
A los dos años de la entrada de Hopeafin en la organización, un grupo de soldados del rey capturaron a más de diez hombres de los Urastatis y los ejecutaron en la Colina de Masahiril. Suulia, miembro fundadora de los Urastatis y mujer de Oroza fue una de ellos. Su hijo, Origo, se salvó gracias al padre de la elfa, el noble Doroma. Este lo alejó de Hiria para protegerlo, y lo llevó hasta Din Torni.
Con el tiempo, Hopeafin pasó a ser la mano derecha de Oroza, quien nunca sospechó de él. Oroza buscaba venganza ahora, y la mayoría de los Urastatis dejaron de seguirle. Entonces Hopeafin vio el final de su misión cercano, y antes de marcharse intentó capturar Oroza, pero Myo, que siempre había sido fiel a Oroza y también buscaba venganza por su amigo ejecutado, avisó a su compañero de la traición de Hopeafin, quien no tubo otra opción que escapar. Elentar fue alertado de que los Urastatis intentarían vengarse, pero no pudieron evitar que Oroza se saliera con la suya. Los últimos Urastatis, los cinco, interceptaron la caravana real que viajaba al sur. Secuestraron a la reina Glossiell por la noche y ya nada se supo de ella.
Treinta años más tarde, Oroza y los Urastatis rescataron a Menel y Origo en la fosa del río Luinca, cerca de Adarra. Revirtieron su estado de estatua y los llevaron hasta su guarida. Allí Oroza les contó sobre los Urastatis y Menel pudo conocer a su madre, quien se había convertido en una de las cabezas de la organización.